Como las teclas de un viejo piano, sucias, antiguas, chirriantes. Así es como funcionan los sentimientos. Sentimientos que por un motivo u otro han quedado en el olvido, abandonados, se han cubierto de polvo. Aquellos que, hasta que no llega la persona adecuada que los vuelva a hacer brillar se mantienen en la oscuridad. Pero, cuando llega, es como tocar las teclas de aquel olvidado piano que desprenderán una música maravillosa con sólo darles magia y cuerda, como si, de alguna manera, nunca hubiese dejado de sonar.
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