domingo, 29 de diciembre de 2013

2008

Era una mañana tranquila, sobretodo en aquella habitación, como desde hace unos cuantos días, me dedicaba a mirar por la ventana, a observar a la gente caminar. Observaba el mundo como si se tratase de algo completamente diferente a mí. Lo miraba sin querer darme cuenta de que nunca más volvería a formar parte de él. Sabía que las cosas habían cambiado demasiado, que no volvería a sonreír como antes lo había hecho, todo mi mundo se había dado la vuelta cuando te despediste de mí, sin embargo yo no quería darme cuenta. No quería ver que te habías ido para no volver, y miraba por la ventana, miraba al exterior con gran admiración, pero sin conseguir apartar de mi mente esa imagen: tú despidiéndote de mí desde un vagón. Veía reflejada tu cara en el cristal, cada una de las lágrimas que habías derramado por mí mientras repetías una y otra vez la misma frase, no consigo quitármela de la cabeza: "Nunca, nunca te olvidaré". Miraba la calle intentando entender por qué te habías ido, buscando una respuesta..
Sólo lograba verme a mí misma, sola, asustada, sin ningún motivo para seguir adelante. Te veía a ti, mi mente conseguía convertir cada gota de agua que resbalaba por mi ventana en una de tus lágrimas, cada reflejo de sol en una de tus sonrisas, añoraba cada una de ellas con todo mi ser. Intentaba no tener miedo, y pensaba en que sabía que tú me habías querido, que aún me querías, por supuesto ni la mitad de lo que yo te quería a ti, lo sabía porque lo sentía, lo sentía muy dentro de mí. Sabía que no iba a poder seguir adelante, no quería ver ni oír nada, porque todo me recordaba a ti. Te quería, con todo mi corazón y lo hubiera dado todo, absolutamente todo por ti..
Cada vez llovía más, todas las personas a las que llevaba horas observando, todos los niños del parque, salieron corriendo huyendo de esa lluvia, como si se tratase de algo malo. En ese momento sentí rabia, la lluvia cayendo sobre mi piel, era una de las mejores sensaciones del mundo. Pero no podía salir a la calle a disfrutarla, tenía la puerta a un metro pero, sin embargo, algo me impedía salir de estas cuatro paredes que desde hace unos días me rodeaban. Abrí la ventana intentando lograr que esa sensación llegara hasta mí, desde pequeña siempre me había encantado la lluvia, cuanto más mejor, y ahora notaba la lluvia cayendo sobre mi rostro pero no sentía nada, nada que me produjera ninguna sensación ni buena ni mala; no lograba sentirme viva, sólo durante un momento, cuando sentía un dolor increíblemente fuerte en el pecho, un dolor que había que estar muy vivo para sentir, un dolor que me mataba por dentro. Eso me ocurría al pensar en ti, o en cualquiera de los diez años más perfectos de mi vida, mejor dicho, los nueve años y medio más perfectos de la historia de cualquier hombre en el mundo, los nueve años y seis meses que viví contigo.
Nos juramos que estaríamos juntos para siempre, que sería como un cuento perfecto, y ahora sólo puedo plantearme el qué pasarán con todas esas promesas que un día nos dijimos.. ¿Se cumplirán?