jueves, 6 de febrero de 2020

La chica de los 25.


La naturalidad hecha persona, la picardía en pequeñas, o no tanto, dosis.
Su sonrisa, la más bonita y más grande, pero también la que más problemas esconde.
Su energía y ganas de vivir la vida contrarrestan sus noches en vela.
Sus ojos, esas esferas oscuras que callan más de lo que hablan; y ya sabéis lo que dicen de los ojos oscuros, los más expresivos de todos.
El brillo de los mismos el que luce, que no se apaga ni en los momentos en los que sólo albergan lluvias.
Su melena, siempre despeinada o recogida en un moño, pero a quién le importa.

Sus ganas de comerse el mundo, las mismas que conviven con 10.000 monstruos.
Sus monstruos, los únicos que conozco que no dan miedo, pero sí ganas de combatirlos.
Su fuerza, esa que no entiende de límites, la que supera al tifón más grande del mundo.
El mundo... Nadie puede hablar de mundos si no conocéis el suyo.
Su corazón, ay! Qué decir de él? Más grande de lo que jamás podrías imaginar, bondadoso, cariñoso y empatico.  El que está recubierto de un muro, duro como el diamante pero frágil como el cristal.
Batallas internas que lucha día a día, pero que no le hacen falta pinturas de guerra para ganarlas.

Nadie le ha visto jamás rendirse o derrumbarse, ni arrastrarse aunque hay días que no tiene fuerzas ni para levantarse de la cama.
Dice ser mayor, tener espíritu de abuela, pero ¡ya les gustaría a muchas abuelas!
Sus caderas, el movimiento que realizan, el que no se quede embobado al verla caminar, pero sobretodo bailar.. es porque es ciego.
La madurez que desprende... Cualquiera diría que es la chica de los 25 años.




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